Encuentros y desencuentros
Por Eduardo Berti
El rock y el tango mantuvieron en la Argentina, desde los años sesenta, una ardua relación marcada por encuentros, desencuentros y una cierta incomprensión mutua que el tiempo ha ayudado a paliar.
La generación del rock se alzó universalmente contra la cultura de los padres ; en la Argentina, el tango encarnaba la cultura de los padres. El sector más ortodoxo y conservador del tango constituía un ejemplo casi perfecto de todo cuanto rechazaba la contracultura hippie: el pelo corto y fijado con gomina, el traje de corte clásico, el machismo, la voz grave, el culto de las tradiciones, la celebración del pasado. Demasiado tentador, claro, para que el rock no se erigiera y fortaleciera en oposición a esos valores: "Es mejor tener el pelo libre que la libertad con fijador" cantaba el dúo Pedro y Pablo; "Mañana es mejor", cantaba Spinetta; "No hay tiempo de más", cantaba el trío Manal.
Además de ideológico, el corte entre ambas culturas fue tecnológico. A la acústica mas o menos elegante del tango posterior a los anos cuarenta se opuso la electricidad mas o menos visceral del rock. Si el tango era sinónimo de radio y tuvo grandes dificultades para acceder a la TV (al menos de una forma que resultase atractiva de acuerdo con los parámetros televisivos), el rock y sobre todo la llamada 'nueva ola' supieron vincularse de inmediato con los nuevos medios audiovisuales.
Pero no todo fue tan drástico como parece. En el fondo, el quiebre no debe verse como absoluto: ni el rock marcó una pura ruptura con lo previo, ni el tango se limitó a un total rechazo de lo nuevo. Suele olvidarse, por ejemplo, que la primera canción beat de éxito hecha en Argentina (el "Piti Piti" de Billy Caffaro) fue compuesta -casi a modo de diversión, es verdad- por Virgilio Expósito, el mismo autor de "Naranjo en flor" y "Maquillaje", entre muchos otros tangos célebres. Suele olvidarse, por otra parte, que dos de los principales pioneros del rock en la Argentina, Luis Alberto Spinetta y Litto Nebbia, son hijos de cantantes semiprofesionales de tango. Y los ejemplos no terminan aquí.
Durante los primeros años '60, antes de que se fundara la tradición más inspirada y más original del rock argentino (la que se inicia con Moris, Los Gatos, Manal, Almendra o Vox Dei), la música beat ya poblaba la televisión de Buenos Aires, principalmente a través de dos programas: "Escala Musical" y "El Club del Clan". En "Escala Musical" llegó a presentarse el grupo uruguayo Los Shakers, que representa acaso el mejor eslabón entre la nueva ola y el primer rock argentino. Liderados por los hermanos Fattoruso, los Shakers
componían y cantaban sus propias canciones, todas bajo fuerte influencia de los Beatles y todas en inglés. Esto no impidió, sin embargo, que a mediados de los sesenta se permitiesen la audacia de incluir un bandoneón en el tema "Higher Than a Tower". El color local, en otras palabras, estuvo dado por un instrumento antes que por el idioma.
El otro programa de TV dedicado a la música beat, el "Club del Clan", fue toda una fabrica de ídolos juveniles. Muchos de ellos portaban nombres extranjerizantes como Nicky Jones o Jolly Land (tal vez otra forma de diferenciarse con el tango y su jungla de apellidos italianos y españoles: los primeros más que nada en el reino de los directores de orquesta, los segundos en el reino de los cantores), pero llamativamente quienes mejor sobrevivieron fueron aquellos que portaban nombres menos estrafalarios: Palito Ortega, Violeta Rivas o Raul Lavié. El caso de Lavié también sirve para relativizar el supuesto corte entre el tango y el rock argentino: en paralelo al "Club del Clan", Lavié desarrollaba ya entonces una carrera como cantor de tangos que lo llevaría, más adelante, a trabajar al lado de Astor Piazzolla.
LOS 'NEO-TANGUEROS'
Cuando a inicios de los setenta estalló la entonces llamada 'música progresiva' (después 'rock nacional'), el tango se hallaba en su momento de mayor retroceso en términos de popularidad y de mayor crisis en cuanto a lo artístico. Por razones mayormente económicas, las grandes orquestas ya no podían sobrevivir e iban disolviéndose una tras otra, tal como ocurriese con las big-bands de jazz. Los empresarios a cargo de los bailes populares, de los clubes o de los teatros preferían pagarle a cuatro o cinco músicos muñidos de poderosos amplificadores. Los intérpretes de tango reaccionaron como pudieron. Los más a la vanguardia, como Horacio Salgan, Anibal Troilo o el propio Piazzolla, comprendieron sin demora que debían conformar agrupaciones más pequeñas:
quintetos, cuartetos.
Dado que la era de los grandes bailes animados por orquestas quedaba atrás (máxime con los discos y los disk-jockeys), ahora los tangueros se veían animando conciertos para un público cómodamente sentado. Pronto surgió una vanguardia neo-tanguera que supo captar estos cambios: Eduardo Rovira, el Cuarteto Cedron o Rodolfo Mederos.
El rock no tuvo problemas en vincularse con dicho sector del tango, sólo que éste representaba una línea marginal. En el primer disco de Almendra se escuchan los bandoneones de Mederos en la canción "Laura va", mientras que el tema "Figuración" está claramente inspirado en la ópera "María de Buenos Aires" de Piazzolla y Ferrer.
Sin embargo, aun cuando un sector minoritario del tango supo reaccionar y transformarse, otro -muy mayoritario- mantuvo una reacción de franca hostilidad no sólo con el rock sino con los así llamados 'neo-tangueros'. Los prejuicios enarbolados por el sector mas conservador hoy pueden resultar difíciles de comprender, pero entonces marcaban pautas. Cuando Piazzolla, ya en los años setenta, incorporó un instrumento para algunos 'propio del rock' como lo es la batería, muchos hablaron de 'traición' olvidando que casi medio siglo atrás Francisco Canaro se había valido ya del mismo instrumento. Cuando Ubaldo de Lio decidió amplificar una guitarra para que su instrumento sonase a la altura del piano de Horacio Salgan (lo que, dicho sea de paso,
provoco el nacimiento de uno de los dúos más geniales que tuvo la historia del tango: Salgan-De Lio), la ultra ortodoxia lo condenó por estar apelando a un recurso 'propio del jazz'. El paralelo con los escándalos que en su momento causaron Bob Dylan o Paco de Lucia por querer innovar una música llena de códigos estrictos resulta evidente "En este país se puede cambiar cualquier cosa menos el tango", protestaba Piazzolla cuando la ortodoxia lo hacía blanco de sus reclamos más ciegos.
El bandoneonista Leopoldo Federico considera en la actualidad, con la perspectiva que da el paso del tiempo, que los músicos de tango de su generación se equivocaron al no haber 'enchufado' sus instrumentos, al haberse resistido a amplificar el volumen como lo hacían los músicos de rock. "Dimos mucha ventaja", cree Federico, quien fue arreglador del cantor uruguayo Julio Sosa, acaso la única figura verdaderamente masiva que arrojó
el tango en pleno auge de la nueva ola. Cantor de voz severa pero de gestos afables, Sosa solía combinar los clásicos obligados con un repertorio más jocoso y fue el único tanguero que en los años sesenta (los años del pop y el rock) brilló en la televisión (hasta tuvo un programa propio) y hasta gozó de una popularidad digna de los ídolos juveniles.
Julio Sosa murió en pleno apogeo, a mediados de los sesenta, en un accidente automovilístico. A partir de ese momento prácticamente todas las nuevas experiencias que encararon los tangueros (salvo contadas excepciones) fueron instrumentales. Después de las audacias casi surrealistas del poeta Homero Expósito, hermano del ya mencionado Virgilio; después de las letras que Horacio Ferrer escribiese para Piazzolla (sobre todo la famosa "Balada para un loco", a finales de los sesenta), el tango no parió nuevos letristas a la altura de su tradición, iniciada con Celedonio Flores y coronada con Homero Manzi. En cierta medida puede decirse que el rock argentino prolongó la tarea iniciada por el tango. En su momento muchos vieron en Miguel Cantilo (un cantautor muy ligado al rock y de gran éxito a principios de los ochenta) a un heredero de Enrique Santos Discépolo (el autor de "Cambalache"); el propio Charly García dijo en alguna oportunidad que las letras de Spinetta presentan grandes similitudes con las de Homero Expósito (aunque la "voz de gorrión" de la famosa "Muchacha ojos de papel" es prima hermana de la "voz de alondra" del famoso "Malena" de Manzi); y, en términos más amplios, el rock argentino ha sido y continúa siendo un gran generador de neologismos y de expresiones populares como solo el tango lo fue en su oportunidad, por intermedio del lunfardo.
¿TANGO-ROCK?
El primer intento de acercamiento entre el tango y el rock ocurrió a mediados de los años setenta, a través de experiencias de origen rockero como la del grupo Alas o de origen 'neo-tanguero' como la de Juan José Mosalini, un ex bandoneonísta de Osvaldo Pugliese actualmente radicado en Paris. Por esos años Litto Nebbia se aproximaba al bandoneonísta Dino Saluzzi, mientras que el grupo Invisible, liderado por Spinetta, incluía bandoneones y aires decididamente tangueros en su tercer y ultimo álbum "El
jardín de los presentes". Por un momento pareció que la brecha generacional se cerraba de un modo nada complaciente, generando una música auténticamente innovadora. Hasta Charly García, con su grupo de fines de los setenta (Seru Giran) transpiraba tango en temas como "Bicicleta", "Los sobrevivientes" o "A los jóvenes de ayer". Y ni hablar, un poco después, del primer disco de Juan Carlos Baglietto.
Detrás de este fenómeno estuvo, desde luego, la figura tutelar de Astor Piazzolla. El jazz había constituido desde siempre una fuerte referencia para Piazzolla (vale recordar sus infancia en Nueva York y sus colaboraciones con Gerry Mulligan o Gary Burton) y el fenómeno del así llamado 'jazz-rock' en los años setenta (Weather Report, Miles Davis, Chick Corea y Return to Forever) fue determinante para la formación, en los años setenta, de un conjunto que Piazzolla tildó de 'electrónico' (en verdad era eléctrico) y que estuvo nutrido por muchos músicos surgidos del rock argentino, entre ellos Gustavo Beytelman o Tommy Gubitsch.
La experiencia de dicho conjunto fue bastante fugaz. Daniel Piazzolla, hijo de Astor y también músico, admitió tiempo después que su padre no se entendió bien con los
'rockeros' que había reclutado. No obstante, aun cuando en el plano humano quedó un regusto algo agridulce, las grabaciones que sobrevivieron siguen encarnando (pese a sus casi treinta anos de antigüedad) acaso el mejor y más arriesgado de todos los intentos de fusión que hubo entre el tango y el rock.
EL ABRAZO
A comienzos de los ochenta, tras la guerra de Malvinas y con el retorno de la democracia, el rock argentino vivió su momento de mayor esplendor y popularidad. Surgieron nuevos valores. Una cultura hasta entonces marginada y resistida se volvió masiva y aceptada. Muchos viejos músicos de tango vieron esto con desagrado. A ciertas declaraciones de Héctor Varela contra el rock (previsiblemente lo tildaba de frívolo y extranjerizante), David Lebon respondió cantando que 'el tango ahora es rock'n roll'.
En este contexto, la figura de Roberto Goyeneche (alias 'el Polaco') fue esencial para el
reencuentro. Ex integrante de las mejores orquestas (desde Salgan hasta Troilo, pasando por Piazzolla), Goyeneche fue para muchos el mejor cantante que dio el tango después de Gardel (compartiendo, a lo sumo, ese segundo puesto con Edmundo Rivero) y su estilo, al principio más tradicional, se había vuelto ya decididamente revolucionario a comienzos de los ochenta: el 'Polaco' era un "disseur" mas que un cantor, nunca interpretaba de igual modo un tango (en esto se lo ha comparado con Joao Gilberto) y sabia sacarle jugo como nadie a las letras de los dos Homeros: Expósito y Manzi.
Si Mercedes Sosa fue la primera intérprete de 'música argentina' (en su acepción más vasta) que elogió abiertamente a los 'muchachos del rock' (léase Leon Gieco, Charly García, etc) Goyeneche fue el primer "tanguero de ley" en hacerlo. Tras sus primeros piropos a Juan Carlos Baglietto o a Alejandro Lerner, el 'Polaco' enseguida pasó a la acción: grabó con Nebbia, apadrinó a una mujer de extracción rockera y de posturas mas próximas al feminismo que a la ortodoxia tanguera como lo es Adriana Varela, y a mediados de los ochenta apareció en la película "Sur" (de Pino Solanas), dándose un abrazo de altísimo simbolismo con Fito Páez.
Mientras todo esto ocurría, el rock argentino también parecía estar admitiendo, como nunca, sus raíces tangueras. "Escucho un tango y un rock y presiento que soy yo", cantaba García en "Yo no quiero volverme tan loco" (1982). "Suena un bandoneón, parece de otro tipo pero soy yo", cantaba Páez en Giros (1985). "Lo de tango es una idea que me ronda aunque no quiera", confesaba el mismo Páez en "Carabelas de la nada", un par de años mas tarde.
Pronto ocurrió que los rockeros se atrevieron a incluir tangos en sus repertorios: Spinetta y Páez grabaron "Grisel" (de Mariano Mores), Celeste Carballo registró "El día que me quieras" de Gardel (y hasta hizo un videoclip del tema con Julio Bocca), Nebbia editó un disco en homenaje a Carlos Gardel y luego otro junto con Enrique Cadícamo (legendario letrista de Gardel), y Andrés Calamaro empezó a interpretar "Naranjo en flor" en algunos de sus recitales.
EL RENACER
Para que el tango renaciera en los años noventa fue fundamental que los jóvenes se acercasen a él. Esto ocurrió, en parte, porque la llamada 'generación del rock' tendió diversos puentes en dirección al tango. Un conjunto como Los Auténticos Decadentes grabó en los noventa una nueva versión de "Siga el baile" con el entonces octogenario Alberto Castillo. El ex baterista del grupo de heavy-metal Riff, Michel Peyronel, fue uno de los fundadores de la primera radio FM dedicada ciento por ciento al tango. Litto
Nebbia editó en su sello Melopea a muchos tangueros que las grandes discográficas estaban dejando de lado.
Alrededor de 1995, al mismo tiempo que un grupo de jóvenes empresarios (entre ellos un ex integrante del grupo de rock Alphonso S'Entrega) fundaba el primer canal de TV dedicado al tango, se asistía a un renacer del tango inimaginable apenas cinco años atrás. Dicho renacimiento no solo ha perdurado, sino que se ha generalizado.
A partir de mediados de los 90 no es raro que una muchacha de veinte tome clases de baile con un milonguero de raza, ni que existan conjuntos musicales cuyos miembros promedian los veinticinco años. Hasta hace poco se creía que los bandoneonistas eran una especie en extinción; en la actualidad es frecuente ver ejecutantes menores de treinta,
incluso muchas mujeres. Un turista que aterrizaba en Buenos Aires a mediados de los ochenta debía buscar los vestigios tangueros con paciencia de arqueólogo; a fines de los noventa el tango acaso no estaba por todas partes, como en la década del cuarenta, pero había vuelto a ser palpable, a manifestarse. Y después de mucho tiempo se le podía volver a imaginar un futuro.~
Por Eduardo Berti
El rock y el tango mantuvieron en la Argentina, desde los años sesenta, una ardua relación marcada por encuentros, desencuentros y una cierta incomprensión mutua que el tiempo ha ayudado a paliar.
La generación del rock se alzó universalmente contra la cultura de los padres ; en la Argentina, el tango encarnaba la cultura de los padres. El sector más ortodoxo y conservador del tango constituía un ejemplo casi perfecto de todo cuanto rechazaba la contracultura hippie: el pelo corto y fijado con gomina, el traje de corte clásico, el machismo, la voz grave, el culto de las tradiciones, la celebración del pasado. Demasiado tentador, claro, para que el rock no se erigiera y fortaleciera en oposición a esos valores: "Es mejor tener el pelo libre que la libertad con fijador" cantaba el dúo Pedro y Pablo; "Mañana es mejor", cantaba Spinetta; "No hay tiempo de más", cantaba el trío Manal.
Además de ideológico, el corte entre ambas culturas fue tecnológico. A la acústica mas o menos elegante del tango posterior a los anos cuarenta se opuso la electricidad mas o menos visceral del rock. Si el tango era sinónimo de radio y tuvo grandes dificultades para acceder a la TV (al menos de una forma que resultase atractiva de acuerdo con los parámetros televisivos), el rock y sobre todo la llamada 'nueva ola' supieron vincularse de inmediato con los nuevos medios audiovisuales.
Pero no todo fue tan drástico como parece. En el fondo, el quiebre no debe verse como absoluto: ni el rock marcó una pura ruptura con lo previo, ni el tango se limitó a un total rechazo de lo nuevo. Suele olvidarse, por ejemplo, que la primera canción beat de éxito hecha en Argentina (el "Piti Piti" de Billy Caffaro) fue compuesta -casi a modo de diversión, es verdad- por Virgilio Expósito, el mismo autor de "Naranjo en flor" y "Maquillaje", entre muchos otros tangos célebres. Suele olvidarse, por otra parte, que dos de los principales pioneros del rock en la Argentina, Luis Alberto Spinetta y Litto Nebbia, son hijos de cantantes semiprofesionales de tango. Y los ejemplos no terminan aquí.
Durante los primeros años '60, antes de que se fundara la tradición más inspirada y más original del rock argentino (la que se inicia con Moris, Los Gatos, Manal, Almendra o Vox Dei), la música beat ya poblaba la televisión de Buenos Aires, principalmente a través de dos programas: "Escala Musical" y "El Club del Clan". En "Escala Musical" llegó a presentarse el grupo uruguayo Los Shakers, que representa acaso el mejor eslabón entre la nueva ola y el primer rock argentino. Liderados por los hermanos Fattoruso, los Shakers
componían y cantaban sus propias canciones, todas bajo fuerte influencia de los Beatles y todas en inglés. Esto no impidió, sin embargo, que a mediados de los sesenta se permitiesen la audacia de incluir un bandoneón en el tema "Higher Than a Tower". El color local, en otras palabras, estuvo dado por un instrumento antes que por el idioma.
El otro programa de TV dedicado a la música beat, el "Club del Clan", fue toda una fabrica de ídolos juveniles. Muchos de ellos portaban nombres extranjerizantes como Nicky Jones o Jolly Land (tal vez otra forma de diferenciarse con el tango y su jungla de apellidos italianos y españoles: los primeros más que nada en el reino de los directores de orquesta, los segundos en el reino de los cantores), pero llamativamente quienes mejor sobrevivieron fueron aquellos que portaban nombres menos estrafalarios: Palito Ortega, Violeta Rivas o Raul Lavié. El caso de Lavié también sirve para relativizar el supuesto corte entre el tango y el rock argentino: en paralelo al "Club del Clan", Lavié desarrollaba ya entonces una carrera como cantor de tangos que lo llevaría, más adelante, a trabajar al lado de Astor Piazzolla.
LOS 'NEO-TANGUEROS'
Cuando a inicios de los setenta estalló la entonces llamada 'música progresiva' (después 'rock nacional'), el tango se hallaba en su momento de mayor retroceso en términos de popularidad y de mayor crisis en cuanto a lo artístico. Por razones mayormente económicas, las grandes orquestas ya no podían sobrevivir e iban disolviéndose una tras otra, tal como ocurriese con las big-bands de jazz. Los empresarios a cargo de los bailes populares, de los clubes o de los teatros preferían pagarle a cuatro o cinco músicos muñidos de poderosos amplificadores. Los intérpretes de tango reaccionaron como pudieron. Los más a la vanguardia, como Horacio Salgan, Anibal Troilo o el propio Piazzolla, comprendieron sin demora que debían conformar agrupaciones más pequeñas:
quintetos, cuartetos.
Dado que la era de los grandes bailes animados por orquestas quedaba atrás (máxime con los discos y los disk-jockeys), ahora los tangueros se veían animando conciertos para un público cómodamente sentado. Pronto surgió una vanguardia neo-tanguera que supo captar estos cambios: Eduardo Rovira, el Cuarteto Cedron o Rodolfo Mederos.
El rock no tuvo problemas en vincularse con dicho sector del tango, sólo que éste representaba una línea marginal. En el primer disco de Almendra se escuchan los bandoneones de Mederos en la canción "Laura va", mientras que el tema "Figuración" está claramente inspirado en la ópera "María de Buenos Aires" de Piazzolla y Ferrer.
Sin embargo, aun cuando un sector minoritario del tango supo reaccionar y transformarse, otro -muy mayoritario- mantuvo una reacción de franca hostilidad no sólo con el rock sino con los así llamados 'neo-tangueros'. Los prejuicios enarbolados por el sector mas conservador hoy pueden resultar difíciles de comprender, pero entonces marcaban pautas. Cuando Piazzolla, ya en los años setenta, incorporó un instrumento para algunos 'propio del rock' como lo es la batería, muchos hablaron de 'traición' olvidando que casi medio siglo atrás Francisco Canaro se había valido ya del mismo instrumento. Cuando Ubaldo de Lio decidió amplificar una guitarra para que su instrumento sonase a la altura del piano de Horacio Salgan (lo que, dicho sea de paso,
provoco el nacimiento de uno de los dúos más geniales que tuvo la historia del tango: Salgan-De Lio), la ultra ortodoxia lo condenó por estar apelando a un recurso 'propio del jazz'. El paralelo con los escándalos que en su momento causaron Bob Dylan o Paco de Lucia por querer innovar una música llena de códigos estrictos resulta evidente "En este país se puede cambiar cualquier cosa menos el tango", protestaba Piazzolla cuando la ortodoxia lo hacía blanco de sus reclamos más ciegos.
El bandoneonista Leopoldo Federico considera en la actualidad, con la perspectiva que da el paso del tiempo, que los músicos de tango de su generación se equivocaron al no haber 'enchufado' sus instrumentos, al haberse resistido a amplificar el volumen como lo hacían los músicos de rock. "Dimos mucha ventaja", cree Federico, quien fue arreglador del cantor uruguayo Julio Sosa, acaso la única figura verdaderamente masiva que arrojó
el tango en pleno auge de la nueva ola. Cantor de voz severa pero de gestos afables, Sosa solía combinar los clásicos obligados con un repertorio más jocoso y fue el único tanguero que en los años sesenta (los años del pop y el rock) brilló en la televisión (hasta tuvo un programa propio) y hasta gozó de una popularidad digna de los ídolos juveniles.
Julio Sosa murió en pleno apogeo, a mediados de los sesenta, en un accidente automovilístico. A partir de ese momento prácticamente todas las nuevas experiencias que encararon los tangueros (salvo contadas excepciones) fueron instrumentales. Después de las audacias casi surrealistas del poeta Homero Expósito, hermano del ya mencionado Virgilio; después de las letras que Horacio Ferrer escribiese para Piazzolla (sobre todo la famosa "Balada para un loco", a finales de los sesenta), el tango no parió nuevos letristas a la altura de su tradición, iniciada con Celedonio Flores y coronada con Homero Manzi. En cierta medida puede decirse que el rock argentino prolongó la tarea iniciada por el tango. En su momento muchos vieron en Miguel Cantilo (un cantautor muy ligado al rock y de gran éxito a principios de los ochenta) a un heredero de Enrique Santos Discépolo (el autor de "Cambalache"); el propio Charly García dijo en alguna oportunidad que las letras de Spinetta presentan grandes similitudes con las de Homero Expósito (aunque la "voz de gorrión" de la famosa "Muchacha ojos de papel" es prima hermana de la "voz de alondra" del famoso "Malena" de Manzi); y, en términos más amplios, el rock argentino ha sido y continúa siendo un gran generador de neologismos y de expresiones populares como solo el tango lo fue en su oportunidad, por intermedio del lunfardo.
¿TANGO-ROCK?
El primer intento de acercamiento entre el tango y el rock ocurrió a mediados de los años setenta, a través de experiencias de origen rockero como la del grupo Alas o de origen 'neo-tanguero' como la de Juan José Mosalini, un ex bandoneonísta de Osvaldo Pugliese actualmente radicado en Paris. Por esos años Litto Nebbia se aproximaba al bandoneonísta Dino Saluzzi, mientras que el grupo Invisible, liderado por Spinetta, incluía bandoneones y aires decididamente tangueros en su tercer y ultimo álbum "El
jardín de los presentes". Por un momento pareció que la brecha generacional se cerraba de un modo nada complaciente, generando una música auténticamente innovadora. Hasta Charly García, con su grupo de fines de los setenta (Seru Giran) transpiraba tango en temas como "Bicicleta", "Los sobrevivientes" o "A los jóvenes de ayer". Y ni hablar, un poco después, del primer disco de Juan Carlos Baglietto.
Detrás de este fenómeno estuvo, desde luego, la figura tutelar de Astor Piazzolla. El jazz había constituido desde siempre una fuerte referencia para Piazzolla (vale recordar sus infancia en Nueva York y sus colaboraciones con Gerry Mulligan o Gary Burton) y el fenómeno del así llamado 'jazz-rock' en los años setenta (Weather Report, Miles Davis, Chick Corea y Return to Forever) fue determinante para la formación, en los años setenta, de un conjunto que Piazzolla tildó de 'electrónico' (en verdad era eléctrico) y que estuvo nutrido por muchos músicos surgidos del rock argentino, entre ellos Gustavo Beytelman o Tommy Gubitsch.
La experiencia de dicho conjunto fue bastante fugaz. Daniel Piazzolla, hijo de Astor y también músico, admitió tiempo después que su padre no se entendió bien con los
'rockeros' que había reclutado. No obstante, aun cuando en el plano humano quedó un regusto algo agridulce, las grabaciones que sobrevivieron siguen encarnando (pese a sus casi treinta anos de antigüedad) acaso el mejor y más arriesgado de todos los intentos de fusión que hubo entre el tango y el rock.
EL ABRAZO
A comienzos de los ochenta, tras la guerra de Malvinas y con el retorno de la democracia, el rock argentino vivió su momento de mayor esplendor y popularidad. Surgieron nuevos valores. Una cultura hasta entonces marginada y resistida se volvió masiva y aceptada. Muchos viejos músicos de tango vieron esto con desagrado. A ciertas declaraciones de Héctor Varela contra el rock (previsiblemente lo tildaba de frívolo y extranjerizante), David Lebon respondió cantando que 'el tango ahora es rock'n roll'.
En este contexto, la figura de Roberto Goyeneche (alias 'el Polaco') fue esencial para el
reencuentro. Ex integrante de las mejores orquestas (desde Salgan hasta Troilo, pasando por Piazzolla), Goyeneche fue para muchos el mejor cantante que dio el tango después de Gardel (compartiendo, a lo sumo, ese segundo puesto con Edmundo Rivero) y su estilo, al principio más tradicional, se había vuelto ya decididamente revolucionario a comienzos de los ochenta: el 'Polaco' era un "disseur" mas que un cantor, nunca interpretaba de igual modo un tango (en esto se lo ha comparado con Joao Gilberto) y sabia sacarle jugo como nadie a las letras de los dos Homeros: Expósito y Manzi.
Si Mercedes Sosa fue la primera intérprete de 'música argentina' (en su acepción más vasta) que elogió abiertamente a los 'muchachos del rock' (léase Leon Gieco, Charly García, etc) Goyeneche fue el primer "tanguero de ley" en hacerlo. Tras sus primeros piropos a Juan Carlos Baglietto o a Alejandro Lerner, el 'Polaco' enseguida pasó a la acción: grabó con Nebbia, apadrinó a una mujer de extracción rockera y de posturas mas próximas al feminismo que a la ortodoxia tanguera como lo es Adriana Varela, y a mediados de los ochenta apareció en la película "Sur" (de Pino Solanas), dándose un abrazo de altísimo simbolismo con Fito Páez.
Mientras todo esto ocurría, el rock argentino también parecía estar admitiendo, como nunca, sus raíces tangueras. "Escucho un tango y un rock y presiento que soy yo", cantaba García en "Yo no quiero volverme tan loco" (1982). "Suena un bandoneón, parece de otro tipo pero soy yo", cantaba Páez en Giros (1985). "Lo de tango es una idea que me ronda aunque no quiera", confesaba el mismo Páez en "Carabelas de la nada", un par de años mas tarde.
Pronto ocurrió que los rockeros se atrevieron a incluir tangos en sus repertorios: Spinetta y Páez grabaron "Grisel" (de Mariano Mores), Celeste Carballo registró "El día que me quieras" de Gardel (y hasta hizo un videoclip del tema con Julio Bocca), Nebbia editó un disco en homenaje a Carlos Gardel y luego otro junto con Enrique Cadícamo (legendario letrista de Gardel), y Andrés Calamaro empezó a interpretar "Naranjo en flor" en algunos de sus recitales.
EL RENACER
Para que el tango renaciera en los años noventa fue fundamental que los jóvenes se acercasen a él. Esto ocurrió, en parte, porque la llamada 'generación del rock' tendió diversos puentes en dirección al tango. Un conjunto como Los Auténticos Decadentes grabó en los noventa una nueva versión de "Siga el baile" con el entonces octogenario Alberto Castillo. El ex baterista del grupo de heavy-metal Riff, Michel Peyronel, fue uno de los fundadores de la primera radio FM dedicada ciento por ciento al tango. Litto
Nebbia editó en su sello Melopea a muchos tangueros que las grandes discográficas estaban dejando de lado.
Alrededor de 1995, al mismo tiempo que un grupo de jóvenes empresarios (entre ellos un ex integrante del grupo de rock Alphonso S'Entrega) fundaba el primer canal de TV dedicado al tango, se asistía a un renacer del tango inimaginable apenas cinco años atrás. Dicho renacimiento no solo ha perdurado, sino que se ha generalizado.
A partir de mediados de los 90 no es raro que una muchacha de veinte tome clases de baile con un milonguero de raza, ni que existan conjuntos musicales cuyos miembros promedian los veinticinco años. Hasta hace poco se creía que los bandoneonistas eran una especie en extinción; en la actualidad es frecuente ver ejecutantes menores de treinta,
incluso muchas mujeres. Un turista que aterrizaba en Buenos Aires a mediados de los ochenta debía buscar los vestigios tangueros con paciencia de arqueólogo; a fines de los noventa el tango acaso no estaba por todas partes, como en la década del cuarenta, pero había vuelto a ser palpable, a manifestarse. Y después de mucho tiempo se le podía volver a imaginar un futuro.~